Un microrrelato libertario y un postre para la galería

Veo que la libertad no está teniendo los efectos deseados, amigos. Ya se lo gritaban los campesinos españoles a Fernando VII: «¡Que vivan las cadenas!». Ayer solo llegó un microrrelato con tema libre, aunque reconozco que me gustó mucho y por eso os lo transcribo, para animaros a galopar desatados (aunque solo sea esta semana).

Autor: escuchayescribe

Cuando Ben Johnson ponía los pies en los tacos de salida del Estadio olímpico de Seúl, el 24 de septiembre de 1988, Ramón sacaba las llaves de su casa del bolsillo del pantalón. Y justo cuando el juez de salida disparó al aire, él ponía un pie en casa. Vio a su padre en el sofá y quiso contárselo, pero él le calló sin mirarle, con un gesto de la mano.

9 segundos con 79 centésimas después ya era demasiado tarde.

Meses después el padre de Ramón se enteró de que Ben Johnson no había ganado aquella carrera. Que aquel 24 de septiembre de 1988 había iniciado, exactamente igual que su hijo, su caída definitiva.

Pero la semana pasada sí que hubo cadena en forma de postre y se presentaron 10 historias, algunas de ellas exquisitas como el chantilly. Es el momento de levantar mi pequeña y cara, ¡carísima!, chistera para brindarle honores de César a Hombre Revenido, quien consigue colarse por segunda vez en mi galería de retratos con este despiadado y ruin combate a muerte. Absolutamente hilarious (siento debilidad por esa palabra)!

Autor: Hombre Revenido

De un lado, Ariosto, expirata y amante de la soledad (si ambas cosas son posibles), armado con un tenedor afilado. Del otro, Marcus, esclavo con pedigrí, elegante, fiero. El emperador alza su copa. “Ave César, los que van a morir…”ambos saben lo que hay, pero su torpe latín no les permite seguir la declinación. Mueven los labios y disimulan.

El paroxismo sucede a las cornetas. Entrechocar de armas, pelea de ciervos. Con cada golpe de su macabro gong (tridente contra espada), el césar traga una uva. Bella sincronía.

Un sol de injusticia quema las coronillas. Los calamares a la romana hacen brillar las insignes comisuras del caudillo.

Uno intenta sucias tretas de bucanero: “¡mira allí!”. El otro no pica. A su lado, desmembran a un colega. Alguien resbala (sandalias baratas) y su pareja de baile, sin compasión, le patea.
Marcus empuña la espada sintiendo en la punta el latido del cuello de su oponente. La plebe mira al prócer que despacha el último trozo de piña.

Silencio.

En manos del emperador está la decisión. ¿Pulgar hacia abajo o clemencia?

El césar se encoje de hombros. No puede juzgar el valor de los contendientes. ¿Cómo les explica ahora que se ha despistado con el postre?

Un pensamiento en “Un microrrelato libertario y un postre para la galería

  1. Gracias gracias gracias.
    No merezco este honor pero, por favor, no me lo quitéis.

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